Vicky

Santiago Rodríguez

Traductora intérprete de francés

Vicky se ha criado y ha crecido en Málaga capital. Sus padres son gitanos. Ha estudiado Traducción e Interpretación de francés, (aunque tiene pendiente el trabajo de fin de master). Eligió francés porque ella y sus hermanos estudiaron en un colegio público bilingüe castellano-francés, y su instituto también era bilingüe. Así que tras acabar el bachillerato, decidió seguir estudiando francés. Para ella, su cole es el mejor del mundo.

Ahora tiene 24 años, y lleva casada desde los 19. Su marido se llama David, es un hombre gitano, universitario como ella. Tiene el grado de filología clásica (latín y griego), y también trabaja.

Ella trabaja en la Fundación Secretariado Gitano, y anteriormente lo hizo en la Asociación FAKALI como técnica en mediación cultural. Su vida profesional siempre se ha desarrollado en el ámbito social, por trabajar con gitanos. El mundo gitano le interesa, tiene mucho empeño en que su etnia consiga la total integración, y en que los niños y niñas gitanas estudien, y que “tiremos para adelante”. Por supuesto, comenta, su hijo también estudiará y si tiene niñas, lo mismo.

“Yo nunca he tenido ningún impedimento para estudiar, aunque sí te reconozco que en ciertos barrios de Málaga, no se estila que los niños gitanos completen sus estudios.

Yo, por el hecho de ser gitana, no he tenido ningún problema en seguir estudiando. Al contrario: mis padres siempre tuvieron mucho empeño en que estudiase, de hecho tuve una época rebelde de adolescente, en la que mi padre me castigaba si yo no iba al instituto. A esa edad yo no quería ir al instituto, quizá por influencia de mis amigas, que ya iban dejando de estudiar, y recuerdo que en mi casa había una batalla porque mi padre consideraba que yo tenía que ir al instituto”.

Vicky tiene una hermana de 21 y un hermano de 15. Su hermana estudia administración y su hermano está en 4º de la ESO, y pasará el curso que viene a bachillerato. “Tengo una casa que está bendecida”.

Sus padres son pastores de la Iglesia Evangélica, y cuando ellos eran pequeños su padre atendía una iglesia de Antequera. Vicky recuerda que, para que ellos no faltaran al cole, todos se levantaban a las 4 o a las 5 de la madrugada. “Nos despertaban con el frío, en pleno invierno, nos traían a Málaga y entrábamos a nuestro cole a la hora en punto. Por ellos, por su dedicación y su entrega, estamos donde estamos”.

Sus padres son vendedores ambulantes, y han vivido siempre para su familia. “Su deseo siempre ha sido que sus hijos tuvieran un futuro mejor que el de ellos. Y lo están consiguiendo”.

¿Piensas seguir trabajando cuando tengas tu niño? ¿Cómo vas a hacerlo?
Gracias a Dios tengo muchísima ayuda: tengo buena madre y tengo buena suegra. Yo por supuesto quiero seguir trabajando, y me reincorporaré después de la baja maternal. También quiero seguir estudiando: no sé si haré otro máster, el de educación, o el doctorado. Con la ayuda de Dios, espero llegar a donde quiero llegar.

¿Dónde te ves en un futuro?
A mí me gustaría dar clases en la universidad. Pero ese es un camino largo… y si lo puedo compaginar con mi trabajo y al final llegar a ser profesora en la UMA, pues estupendo.

¿Te has encontrado alguna dificultad en tu camino por el hecho de ser gitana?
Como estudiante no he tenido muchas. Sí que he sentido a veces un poco de discriminación indirecta en el instituto y en la universidad, aunque no hacia mí directamente… Pero sí que he oído comentarios, chistes, incluso por parte de profesores… Cuando las compañeras se enteraban de que era gitana, el comentario más frecuente era: “Ah, pues no lo pareces”. Eso para mí es un tipo de discriminación total: no lo parecía por el hecho de estar estudiando en la universidad, creo que nunca se imaginaron que iban a tener una compañera gitana en su carrera… Eso para mí ha sido un poco pesado, qué cansino este tema… Pero por lo demás no he tenido grandes dificultades por ser gitana.

¿Cómo te sientes ante vuestras costumbres, vuestros ritos?
Yo vivo como una gitana más. Familia gitana, mi identidad cultural. En realidad una mujer gitana puede ser lo que quiera ser. De nuestras costumbres destaco el respeto a los mayores, que se nos enseña desde pequeñitos, esos y otros valores que me han inculcado mis padres…

Me casé por el rito gitano, voy a mi iglesia evangélica donde la mayoría son gitanos. Y aunque no todos los gitanos son evangélicos, yo sí que lo soy, y me codeo con gente gitana. Y la verdad es que, para mí, es una satisfacción llegar un día al culto y que mayores gitanos y gitanas me digan: “Tú eres la que sabes, qué alegría, ojalá mi niño y mi niña en un futuro sigan tus pasos”. “Habla con mi niña, que quiere dejar de estudiar…”

Entonces, ¿tú te consideras un referente en el pueblo gitano?
Las gitanas están contentas con mi trayectoria, no solo porque vivo según las costumbres gitanas, sino porque además he hecho lo que he querido con mi vida: he estudiado, tengo mi trabajo, soy independiente económicamente…

¿Hay alguna costumbre del pueblo gitano que consideres que debería desaparecer?
Yo considero que no. Si una familia tiene una determinada costumbre no es tanto porque sea gitana, sino porque en su casa se vive. Todos somos gitanos, pero en nuestro pueblo también hay diferencias entre las familias: hay algunas más abiertas, otras más cerradas, como ocurre en la sociedad en general.

Yo de mi casa, por ejemplo, no cambiaría absolutamente nada. Sí que es verdad que mi madre es la que se suele encargar de las tareas de la casa; que van los dos a trabajar y a lo mejor mi padre al volver se echa una siesta y mi madre no; pero no considero que eso sea porque son gitanos; simplemente porque la sociedad es patriarcal y ellos se han criado así, son de otra generación… Eso es algo que en mi propia casa no pasa, en mi casa trabajamos los dos y nos encargamos los dos de las tareas del hogar.

Yo creo que la casa no le pertenece a la mujer, la casa es de los dos, y para mí que mi marido se ocupe de la casa no es una ayuda, es su obligación igual que la mía. Pero claro, eso ya no tiene nada que ver con la etnia, yo supongo que es una cuestión de generaciones, las cosas van cambiando…

Otra cosa es que yo no trabaje y él sí, y yo no tenga la comida hecha, o la casa recogida. Eso no se me ocurriría… Pero si fuese al revés, también sería lo mismo: si fuera yo la que trabajase y él no, pues él se encargaría de la casa… Es todo cuestión de ponerse de acuerdo.

Un poco revolucionaria sí que eres… ¿Las demás mujeres gitanas qué te dicen? ¿Lo ven normal?

Sí, bueno. (Ríe) Depende. Hay mujeres gitanas que me dicen olé tú, directamente, y otras que me dicen “pero eso cómo va a ser…” Mi propia madre me ha dicho: “Chiquilla, hazle de comer a tu marido!” Y yo: “Pero mama, ¿por qué le tengo yo que hacerle de comer a mi marido? ¿Por qué no se lo puede hacer él…?”

Estas son cosas que yo, conforme he ido tratándolas con mi madre, ella ya las va viendo como algo normal. Hay algunas gitanas que dicen que muy bien, que claro que sí, y otras a las que les choca un poco. Pero aún así, con la globalización que hay, el internet, la tele, ya se ve otro tipo de vida, y yo creo que las mentalidades cambian, que eso no es algo fijo.

¿Tú les darías una charla a niñas gitanas, hablándoles de tu profesión, de tu vida?

Yo he dado muchísimas charlas… Tanto con la Asociación del Secretariado Gitano como con Facali, no he parado de dar charlas, me han llevado a institutos… Cuando trabajaba con Facali tenía mis grupitos de niñas, de sensibilización, de motivación al estudio, de prevención de matrimonios tempranos… en las que había gitanas y no gitanas. Yo me he dedicado mucho a lo social.

¿Qué es lo que más te gusta de vuestra etnia?
A mí lo que más me gusta es el sentido de familia que tenemos, cómo se nos inculca eso del respeto a nuestros mayores, de que llega una Navidad y no tenemos las entrañas de dejar a un mayor nuestro solo… ¡Eso, en la vida!, ¡jamás se nos pasaría por la cabeza! Mi madre lleva con mi abuelo viviendo en su casa desde que murió mi abuela, hace 15 años… Y no es su padre, es su suegro, pero está en la casa con mis padres. No tenemos las entrañas de meterlo en una residencia. No podemos, no podemos. Porque se hartan de criarnos, sufren lo más grande por criarnos a nosotros, cómo vamos a desocuparnos de ellos… Es de las cosas que más me gustan: nuestro respeto a los mayores, nuestra familiaridad, nuestro sacrificio por ellos también… Y que vivimos para la familia, la verdad.

¿Cómo se va a llamar tu niño?
Se va a llamar Jesús, como mi suegro. Que el pobre falleció en agosto, de Covid. Fue un palo muy fuerte. Y en ese momento nos enteramos de que era niño y decidimos ponerle su nombre. Por lo menos esa alegría, este año tan difícil con la pandemia…

Bueno, Vicky, pues muchísimas gracias. No cuesta mucho sacarte información, lo cuentas todo tan claro…
Estoy muy acostumbrada a contar mi trayectoria. Para mí es un placer, siempre.

«Yo creo que la casa no le pertenece a la mujer, la casa es de los dos, y para mí que mi marido se ocupe de la casa no es una ayuda, es su obligación igual que la mía»