Séfora
Vargas Martín
Abogada
Yo nací en Sevilla, soy hija de vendedores ambulantes.
Mi madre, desde pequeña, quería ser abogada. Mi bisabuelo, que era un gitano adinerado, quería que su nieta estudiara. Pero su padre no se lo permitió, porque decía que los hombres eran los que tenían que estudiar. Les dio la oportunidad a los 2 varones, y ninguno la aprovechó. Y mi madre, con lo listísima que era, no pudo.
Ella es una de las primeras mujeres gitanas que tiene credenciales oficiales por el Ministerio como Ministra de Culto de la Iglesia Evangélica. Tanto mi madre como mi padre son ministros de culto a todos los efectos, cada uno tiene sus credenciales. Eso es algo que no todas las mujeres gitanas tienen, de hecho creo que es de las pocas en España…
Y es que mi madre es una mujer que tiene una trayectoria impresionante, y muchísima sabiduría… Y es que la biblia enriquece mucho, y ella la ha estudiado mucho.
Nosotros somos cuatro, tres mujeres y un varón. Y sin duda, el haberme criado en una familia cristiana desde pequeña me ha influido mucho en mi trayectoria. Porque a mí me han educado primero como cristiana y después como gitana. Si me hubieran educado solo y exclusivamente como gitana, no me habrían inculcado principios fundamentales como la igualdad y la libertad. Porque hay versículos que dicen “donde está el espíritu de Dios está la libertad”.
Me enseñaron los valores, me los inculcaron, aunque en la práctica siempre había diferencias entre la educación de mi hermano y la mía…
Yo terminé el colegio hasta COU, me dieron becas incluso para irme a estudiar fuera, pero mi madre no me dejó irme a Inglaterra a estudiar. Hice la carrera de derecho en Sevilla, aunque no era mi primera opción. Mi pasión era el ejército, yo siempre he querido ser militar o policía. Pero mi madre decía que eso era un trabajo de hombres, y que ni muerta iba a permitir que su hija trabajara en eso. Entonces, mi siguiente opción era periodismo, pero me quedé a una décima de la nota de corte e hice derecho, que también me gustaba… Casi todos los gitanos que hemos estudiado derecho, lo hemos estudiado por el simple hecho de defender a los nuestros.
Pero claro, una cosa es la ideología y los valores, y otra cosa es la práctica y el ejercicio del derecho… A mí el derecho penal me apasiona, y estando trabajando en uno de los mejores despachos que hay en Andalucía, me llegó el caso de una niña gitana que con 3 años su abuelo había abusado de ella; yo tenía que defender al abuelo, pero le dije a mi jefe que de ninguna manera. Me dijo que si me negaba a estudiarme el caso y a defenderlo, pues que me tenía que ir. Y eso hice.
Ahí me di cuenta de que yo no podía trabajar para un despacho, pues necesitaba poder decidir los casos que llevaba y los que no.
¿Cómo fue tu etapa de estudiante?
Terminé COU, me metí en derecho, el primer año fue bien pero, en segundo conocí a un muchacho gitano, que era primo segundo mío, y nos enamoramos. Pero llegó un momento en que me dio a elegir entre terminar la carrera, o seguir con él. Y le dije que evidentemente estaba yo antes, y lo dejamos.
Con el tiempo, me casé con otro muchacho gitano que aparentemente también me apoyaba, pero las cosas tampoco fueron bien porque toda la familia no aprobaba que yo estudiara, ni que llevara una vida de activista, una vida pública, con muchos compromisos sociales… Aquello era completamente incompatible con el rol de una mujer gitana dentro de una familia conservadora.
Aquella relación me costó ocho años de parón en la carrera: cuando me quedaban solo 3 asignaturas para terminar la carrera, paré, y estuve ocho años trabajando, colaboré con la Fundación Romaní, con Secretariado Gitano, con el Instituto de la Mujer… metida en el mundo activista a más no poder. Lideré y fundé Amuradi, donde fui vicepresidenta, fundé Fakali, donde fui tesorera… Fakali fue la primera asociación de Europa de mujeres gitanas universitarias, y la primera federación. Yo he estado muy comprometida con el movimiento gitano, y sobre todo el movimiento de la mujer…
Activismo y familia gitana… ¿Cómo conciliabas?
Todo esto se compaginaba mal con la vida familiar, sobre todo cuando tienes al lado a una persona que no te entiende. Sentía una profunda sensación de desarraigo. Y de soledad. Porque ni eres lo suficientemente gitana para que te valoren en tu pueblo, pero tampoco eres paya ni quieres serlo. Porque yo me siento orgullosa de mis raíces…
Yo pertenezco a esa generación que ha creado nuevos roles dentro de la sociedad gitana. Esas mujeres que fuimos pioneras en transformar valores, diciendo señores, sí se puede, se puede estudiar y se puede ser gitana.
Después del parón de 8 años, por esos problemas personales, cuando retomé la carrera, había cambiado el sistema de estudio. Todo lo que tenía aprobado no me lo convalidaron. Tuve que volver a hacer la carrera de derecho entera, 42 asignaturas… y la hice en 3 años y pocos meses. Y trabajando, pues yo iba al mercadillo todos los días. Yo era la que llevaba todo: la economía en mi casa, los mercados, todo. Estaba, al mismo tiempo, estudiando, trabajando y siendo activista. Perteneciendo a veinte mil comisiones, mesas de trabajo…
Me acostaba a la una de la noche, y me levantaba a las cinco de la mañana… Pero ¿sabes lo que pasa? Que la ilusión mueve montañas, y yo tenía la ilusión por terminar, terminar, terminar. Y tenía que hacerlo como fuera. Si no, se iban a salir con la suya todas las personas que me habían hecho la vida imposible. Y no me iba a sentir realizada.
Terminé con 33 años, en 2013. Y estoy colegiada, y ejerciendo. Me llevé un tiempo trabajando como pasante y colaborando en distintos despachos… Pero nunca dejé el mercadillo con mi familia, los fines de semana, y por las mañanas. Por las tardes iba al despacho.
El mercadillo lo he estado compatibilizando hasta el año pasado, cuando se declaró el estado de alarma, que ya surgieron unos problemas… sobre todo con la suspensión de los mercados, que era mi especialidad. A través de APROIDEG, la asociación que yo fundé, lucho no solo por los derechos fundamentales de las mujeres y de los niños, sino también de los comerciantes ambulantes… Esta es una de mis especialidades, ya que yo había vivido muy de cerca la opresión y los abusos que sufren los vendedores ambulantes. Yo he representado no solo a gitanos, sino también a muchos muchachos bolivianos, ecuatorianos, senegaleses… de todos los sitios. Todas las minorías étnicas que trabajan en los mercadillos, aunque la mayoría de la población sea gitana.
Cuando se declaró el estado de alarma surgieron problemas que ya eran incompatibles con seguir vendiendo. Me tuve que dedicar de lleno solo a la abogacía.
Actualmente ¿Cuáles son tus prioridades?
Y si conozco bien el gremio de la venta ambulante es porque he sido vendedora desde pequeña, porque me he criado ahí. Por eso, sin darme cuenta, me he hecho experta en una materia que la mayoría de los profesionales no conocen tan de cerca. Eso sí, hasta hoy, he tenido la suerte de no haber necesitado ir a juicio por un tema de estos, todos los gano de forma previa. Incluso he llegado a corregir ordenanzas municipales, y planes de barrio. Y he ganado varias macrocausas en este terreno.
Ahora mismo me dedico solamente al ejercicio de la abogacía, y al activismo, que te quita mucho tiempo. Fui una de las primeras mujeres gitanas abogadas de España y eso, quieras que no, también es mucha responsabilidad.
Tengo un convenio de colaboración con la Universidad Menéndez Pelayo, y otros convenios. Y me llaman mucho para dar conferencias, últimamente todavía más.
Yo siempre me he mantenido muy a la sombra, quizá porque me influía mucho el hecho de estar casada con un muchacho gitano de una familia tan conservadora… A mí no me interesaba que supieran que yo hacía tantas cosas, porque me generaba muchos problemas. Y eso se me quedó incluso estando ya separada. Yo lo que quería era ser libre. Una libertad que he comprado a un precio altísimo.
He estado mucho tiempo condenada a estar en silencio, hasta el año pasado, que dije: hasta aquí. Se dio una situación muy injusta en el contexto de la pandemia, con el Comisionado del Polígono Sur en las 3000 viviendas, en Sevilla. Ocurrió que veinte o veintitantas personas se habían saltado el confinamiento una noche, y se habían puesto a cantar canciones de la Iglesia. Habían cometido la torpeza de salir a la calle, cada uno por separado, y estaban cantando canciones de la iglesia y orando. Entonces, el máximo responsable del Comisionado Político hizo una serie de declaraciones lamentables, en la que condenaba a toda la población gitana, en general, y pidió al ejército que controlara a todo el barrio.
Al conocer la noticia me dio tanto coraje que quise expresar mi opinión, y grabé un vídeo -cosa que no era habitual en mí, pero lo hice- y a raíz de aquello se hizo viral en las Redes, me llamaron periodistas, me llamaron de los medios… Aquello salió en prensa y, sin darme cuenta, me posicioné a nivel nacional, y en ese momento me hice visible. Y desde entonces hasta ahora, eso ya es una cosa imparable: cada vez tengo más y más trabajo, cada día más responsabilidades, más compromisos… La verdad es que aquello coincidió con que estábamos todos con los móviles, las Redes Sociales… Me tuve que crear un perfil profesional de Facebook, porque todos los días me llegaban 1.000 solicitudes de amistad, yo decía: esto ya no lo puedo gestionar… Intento, por respeto al cariño que me muestran, contestar como puedo a todos los mensajes, pero es una locura…
Es que me piden ayuda de todos los sitios. La necesidad tan grande que han tenido los comerciantes durante el estado de alarma, cuando les suspendieron su única fuente de ingresos… y no tenían ninguna ayuda, porque para que te las concedieran tenías que estar al día de todo… no podías tener ni una multa de tráfico… Total, que la mayoría de los vendedores ambulantes se quedaron fuera de esas ayudas, y han pasado hambre. Hambre.
Entonces, yo, que no me gustaba grabar vídeos aunque ya me he acostumbrado, tuve que grabar vídeos, y solicitar, a empresas privadas y a personas particulares, que hicieran donaciones porque la gente no tenía ni para lavarse. No había ni gel ni productos básicos. Tú notificabas al ayuntamiento las necesidades, pero en servicios sociales tardaban tres semanas en cogerte el teléfono… Yo tenía una alerta de Torreblanca, otro barrio de Sevilla muy pobre, donde había 30 personas de las cuales 16 eran menores. Y llevaban sin comer 3 días…
Recuerdo que me entró hasta un ataque de ansiedad. Dije Dios mío, qué hago, qué hago. Llamaba a todos mis contactos, tiraba de todos los sitios, de compañeros del mercado, del ayuntamiento -porque hay una concejala gitana, Sandra Heredia, que la quiero muchísimo y siempre me ayuda muchísimo en todas las gestiones- y ella misma me decía: Séfora, es que están colapsados los servicios sociales. Y yo decía “pero bueno entonces qué hacemos, ¿los dejamos morir? ¿Dejamos morir a los niños, que llevan tres días tomando leche nada más? ¿Y agua con galletas?”
Empecé a grabar vídeos, les decía que yo no quería dinero, pero que compraran comida y que me la mandaran a la casa… Y efectivamente así fue. Empezaron a mandarme comida, comida, donaciones, donaciones… Y luego ya, de tanto como me moví conseguí contactar con el Banco de Alimentos, que cuando vio mi forma de trabajar, nos daba comida a espuertas. Ya eran camiones, containers… Y hemos estado dando de comer, durante todo el estado de alarma, a más de 600 familias.
Así que la pandemia me cambió el ritmo… y la vida. Afortunadamente tengo a mi familia, que me ayuda. Me ayudaban mis padres, mis hermanos, mis cuñados… Habremos descargado yo no sé cuántos palés de plátanos, de verduras… íbamos con 5 furgonetas, las de mis dos cuñados, la de la Iglesia, y la Chrysler de mi padre…. Llevábamos los alimentos a cada sitio, y el transporte, el gasoil, todo de nuestro bolsillo. Ha sido una experiencia muy fuerte, y daba mucha pena lo que nos encontrábamos.
Ya después nos hemos quedado con la Obra Social de los alimentos. Y nos hemos quedado con esa ayuda porque sigue haciendo falta, porque la situación de los mercados sigue muy mal. Las delimitaciones perimetrales hacen que la gente de los pueblos no puedan salir, no pueden ir a los mercadillos fuertes, y esto está haciendo que las ventas ya no sean como antes.
Yo, asesorar, he asesorado gratis a toda España. Ya lo he tenido que cobrar, pero algo simbólico, claro. Pero he asesorado a Isla Cristina, Huelva, Isla Mayor, Constanza, Puebla de Cazalla… todos los pueblos en los que los alcaldes han sido injustos con los vendedores ambulantes, finalmente han tenido que abrir. Es que yo me he encargado que los mercadillos fueran considerados como actividad esencial y se permita la venta de todo en mercadillos, no solo la fruta. En toda Andalucía se tiene que vender.
A nivel laboral, uno de los pilares fundamentales que tiene la población gitana para poder mantenerse son los mercadillos. De ahí la consideración y el respeto que merecen. Dignificar la venta ambulante. Que se encarguen de divulgarla y darle el valor histórico y cultural que tiene, que forma parte de nuestra idiosincrasia y de nuestra cultura. Es una cuestión de derecho, que nos corresponde.
Con respecto a la mujer, apaga y vámonos. Ahora estamos viviendo una época, para mí, de involución, en todos los valores, y todos los aspectos, y todas las libertades, no solo por el estado de alarma que no paran de limitarnos, sino también porque ya hay una involución en nuestra mentalidad. Por el auge de los nuevos partidos políticos que se están encargando de demonizar el feminismo…
El feminismo está mal entendido. En general. Y en el pueblo gitano en particular también. Es compatible desde el momento que todos los seres humanos somos iguales. Es que el feminismo es igualdad. La gente se piensa que el feminismo es lo contrario al machismo. No, mire usted, el feminismo no es lo contrario al machismo. Estoy hablando de que tengamos los mismos derechos. No podemos permitir que sigamos teniendo, las mujeres en general, el 21% de brecha salarial.
Pero no puedes hablar de feminismo solo de la mujer gitana… El feminismo gitano tiene su especial particularidad, como bien estás apuntando. La mujer gitana lleva, muchos años antes que la paya, trabajando. Muchos años antes. En el mercadillo, en los oficios nuestros, tradicionales. La mujer gitana ha sido pionera en salir a la calle a trabajar. Primero, en salir a la calle a buscar comida para sus niños; porque no siempre ha existido la venta ambulante. Antes de eso, cuando por ejemplo, los hombres gitanos por el simple hecho de ser gitanos eran condenados y obligados a la pena de galera, las mujeres se quedaban en la calle. Y les obligaba la necesidad y el hambre a salir a la calle a trabajar. Una mujer que, en aquella época, saliera a trabajar a la calle, era considerada una lumiasca. Y las ingresaban en las casas de misericordia… La mujer gitana ha sido una guerrera, mucho antes de que la mujer paya empezara a luchar. Nosotras hemos sido factor de resistencia antes que la mujer paya.
«Yo pertenezco a esa generación que ha creado nuevos roles dentro de la sociedad gitana. Esas mujeres que fuimos pioneras en transformar valores, diciendo señores, sí se puede, se puede estudiar y se puede ser gitana»
«El feminismo está mal entendido. En general. Y en el pueblo gitano en particular también. Es compatible desde el momento que todos los seres humanos somos iguales. Es que el feminismo es igualdad»