Catalina
Jiménez Ortega
Madre de familia
Yo nací en Montefrío, en Granada. Éramos nueve hermanos, ocho hembras y un varón. Yo era la penúltima. Mi madre se quedó viuda cuando yo tenía unos 6 años, y la verdad, le costó salir. Buscando la vida para todos, unos casados y unos pocos que quedábamos solteros… pero ella, poquito a poco, nos fue sacando para adelante, vendiendo lo que podía, ya fuera pescado, verdura, cualquier cosa… Poco a poco nos fue casando a todas… y yo me casé con un muchacho de Córdoba, que es mi marido. Hice vida con él y tengo cinco hijos.
Yo soy analfabeta, no sé de estudios, pero me siento muy orgullosa porque mis niños saber, saben.
Yo, aunque no supiera leer y escribir, les decía ¿habéis hecho los deberes? Pues no os vais a la calle. Y ellos “no, mamá, si los deberes están hechos”. Y yo “no, que va”, y me decían “pero mamá, si tú no sabes leer, cómo vas a saber si están hechos o no están”… Y yo sin saber leer, pero lo mismo me daba. Allí hacían los deberes todos.
He tenido mucho empeño en que ellos sepan lo que yo no he sabido nunca. Porque yo he tenido que irme a arrancar garbanzos, a coger aceitunas… no nos hemos criado como yo hubiera querido. Entonces yo les he dado a los míos lo que yo no he tenido.
Yo les decía: “Tenéis que saber, porque si no el día de mañana… ¿qué queréis, ser como yo?” Eso no, hombre, venga… Siempre les he dicho que estudiaran. Y ahora lo mismo con mis nietos: “Loli, venga, sácate tu graduado, y tu carnet, y venga…”
Nos reunimos para los cumpleaños, o de repente se vienen cuando menos me lo espero… Cuando digo, “hoy no viene ninguno”, ese día tengo allí a ocho o nueve. Cuando no me llegan cinco o seis… “¡Pero bueno…! ¡¿Pero esto qué es…?!” Y ellos se echan a reír. En mi casa siempre hay un plato de comida para ellos. Si hago comida siempre echo de más, porque sé que van a venir… Y si no vienen, da para otro día!
Y yo se lo digo a todos: que les den estudios a los niños, que no sean como éramos antes… que es una fatiga querer ir a un sitio y no saber ni llegar… no saber hacer la o con un canuto, como yo digo… qué fatiga es ir por la calle y tener que preguntar, “señora, qué dice ahí”… Los números sí los sé, sé de números y no sé leer… Los números sí, a mí no me engañan. Dice mi hija: “No, mama, si tonta no eres” y digo “Hija, no es que no sea tonta, es que me ha obligado la vida a aprender…”
Tú les llamas flamencos a los gitanos…
Sí, los gitanillos somos los flamencos. Porque no me gusta decirle a un payo, payo. Ni a un gitano, gitano. Todos somos iguales. Somos flamencos, y hay que mejorar nuestra vida de flamencos, no hay que mirar para atrás sino mirar para adelante.
Y la alegría que tenéis vosotros…
El otro día fue mi cumpleaños, vinieron todos. Y me los llevé a todos a un bar, y les di a todos de comer. Me siento muy orgullosa de todos, mis niños y mis nietos… Me gusta el cante, y yo canto. Y Vanessa tiene mucho arte cantando. Son todas graciosas. Hasta Jose Luis se baila sus bulerías… Todos tenemos duende… lo llevamos dentro.
Y del tema de los estudios, ¿qué piensas tú? ¿que estudien los niños? ¿que estudien las niñas también…?
En asuntos de estudios, yo nunca les he dicho a mis hijos no, al contrario. Y a mi nieto mayor, que también es muy listo, le decimos: “Bueno, si no sacas buenas notas ya sabes dónde te tienes que ir, a pegar palos a Córdoba, a los olivos…” Y él se muere de risa… A él le gusta estudiar.
Años atrás no me ha gustado que una mujer fuera a estudiar, sola… Antes, en aquellos tiempos, decíamos “Ay por Dios, una niña gitanita en una universidad”… ¡Tonterías! No, eso ya no, por favor. Que hay que tirar para adelante y ser unas luchadoras.
Yo le digo a la gitana más grande del mundo, como a la más pequeña, que eso ya hay que dejarlo… que apoyen a sus hijas todo lo puedan, que no sean como nosotros hemos sido años atrás, que eso ya está muy pasado, por favor. Ya hay que luchar, y ser fuerte, y ser buenas luchadoras y decir: mis hijos y mis hijas van a llegar a donde no hemos llegado nosotros.
¿Y qué es lo que a ti más te gusta del pueblo gitano?
Del pueblo gitano, de los flamenquillos, las costumbres de nosotros. No porque tú seas así o asá, ni porque tengas dinero ni porque tengas carrera… no dejes nunca tus raíces. Nunca hay que olvidar de dónde vienes ni quién eres, ni tus costumbres. Eso es lo que yo le digo al pueblo gitano: que no porque seas maestra, o porque seas abogada, pierdas tus raíces. Eso en la vida no se puede perder.